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Punto de vista sobre el «Reloj del Sur»


«Punto de vista»,  publicado en Página Siete, 29/06/14

El mundo está hecho de convenciones, que son acuerdos universales para facilitar la vida en el planeta. Una de esas convenciones es el sentido de rotación de las manecillas del reloj, el sentido “horario”.  No hay ninguna ley natural que obligue a elegir ese giro en lugar que el inverso (anti-horario), pero así se hizo y así se usa, sin que importe ya si a los origines hubo la intención de imitar el giro diario de la sombra en los antiguos relojes de sol.

Las convenciones crean costumbres, mas no imposiciones: los relojes que tienen un giro anti-horario son también posibles y están a  la venta como curiosidades. No cambian la medida del tiempo y por tanto nadie debería escandalizarse de su existencia ni del cambio que se hizo en el reloj del Palacio Legislativo. Si tienen una ventaja, además de ser un atractivo turístico extravagante, es la de ayudar a reflexionar sobre la relatividad de las convenciones.

Mi crítica apunta a la justificación que se han dado,  a las consecuencias de ese cambio y a la manipulación ideológica consecuente.

La justificación es incorrecta porque al sur del ecuador el reloj solar no gira siempre en sentido anti-horario: el giro depende de la posición relativa del sol y el paralelo del sitio. En  Bolivia tenemos meses con la sombra hacia el sur y meses con la sombra hacia el norte.

La desventaja principal  radica en la incomodidad de la lectura y en la confusión que genera un instrumento que debería ser útil, antes que provocador.

En cuanto a la descolonización existen desafíos más impactantes y urgentes que el reloj del sur, en la educación y en la salud. Por ejemplo, para motivar a  los jóvenes a romper esquemas mentales convencionales, ¿por qué no se reemplazan los mapamundis comunes con los que muestran el sur arriba y el norte abajo para ver el mundo “desde el Sur”?

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