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La basura no siempre es basura


Página Siete, 2 de agosto de 2014

En el lenguaje común y en el imaginario colectivo la basura tiene un significado negativo. En el tacho de la basura ponemos los desechos,  lo que no sirve o que no tiene un valor económico.

Desde un punto de vista físico, la basura es una consecuencia general de la segunda ley de la termodinámica, una ley que ni la Asamblea Legislativa, contando o no con los dos tercios y procesando o no a los físicos, puede derogar. Esa ley dice básicamente que toda transformación energética en la naturaleza implica un costo y ese costo es “basura” irrecuperable e irreversible.

En el lenguaje metafórico se usa basura (y sus sinónimos) en sentido peyorativo. Se suele asociar la basura con un color oscuro, sucio, pero existe también la “basura blanca” (white trash) una expresión despectiva acuñada en los EE.UU., para señalar al grupo social de piel caucásica perteneciente a la base de la pirámide económica.

En contra de esa generalizada percepción negativa, quisiera rescatar algunos valores de la basura. Para empezar, la basura está íntimamente ligada al “vivir bien y consumir más”, según el modelo vigente en Bolivia: quien consume más (aun sin derrochar) produce necesariamente más basura y, a mayor basura, mayor consumo de energía. De hecho se nos cobra una tasa para el recojo de la basura en proporción al consumo eléctrico del hogar, que es un indicador de la riqueza.

A su vez, los cementerios de la basura, llamados botaderos, muchas veces son rellenos sanitarios de áreas que, adecuadamente tratadas,  luego sirven para esparcimiento familiar.

Además, no toda basura es desechable. En muchos países – y esperemos pronto en Bolivia también – se aplica la recolección diferenciada de la basura y gran parte de aquella se recicla (por ejemplo papel y metales) y con otra (la orgánica) se producen fertilizantes o biogás.

La ciencia nos da un ejemplo más de la importancia de la basura cuando postula la existencia de la llamada “materia oscura” que rellena las galaxias: es materia no luminosa, que aparentemente no cumple ninguna función estética en el firmamento, pero que resulta responsable de la estabilidad de las galaxias.

Ratificando esa mirada positiva a la basura, un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford ha publicado recientemente en la revista Plos Genetics un estudio acerca de la relación entre el DNA útil y el DNA inútil en el genoma humano. Se sabe que no todo el material del genoma humano tiene una función específica, pero no se conocía la proporción de ADN útil y de las “secuencias regulatorias”, llamadas “ADN basura”.

Hasta hace un par de años se creía que el 80% del genoma humano era útil, pero según el artículo mencionado, hoy resulta que el 91.8% es ADN basura. Los científicos han llegado a esa conclusión comparando el ADN común al de diferentes mamíferos que se ha mantenido invariado. En efecto, el genoma está expuesto a mutaciones que podrían alterar la funcionalidad del organismo y el “ADN basura” tendría la función de proteger al ADN funcional del riesgo de mutaciones peligrosas acción que tratan de imitar nuestros gobernantes cuando utilizan cuatro o cinco vagonetas idénticas (marca Toyota) para desplazarse, con el fin de disminuir el riesgo de un atentado.

Aplicando estos conceptos a la política, solemos creer erróneamente que el destino de una nación está en mano de unos cuantos iluminados, que día a día nos venden ese cuento a punta de publicidad, y no de las despreciadas masas trabajadoras.

A este punto prefiero refugiarme en los versos de una canción de Fabrizio De André que dicen:

“De los diamantes no nace nada,

del estiércol nacen las flores”.

Categorías: ciencia y sociedad
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