Fuego del siglo XXI


Página Siete, 30/8/14

Heráclito de Éfeso (siglo V a.C.) basó su filosofía en el concepto del cambio permanente, del devenir. “Panta rei” (todo cambia) se lee en uno de los pocos fragmentos conservados, junto a “nadie se baña dos veces en el mismo río”, aunque la versión original suena como “en el mismo río entramos y no entramos”, porque cambia el río, cambiamos nosotros también, pero el cauce del río y el ser se conservan.

Según Heráclito la representación del cambio es el fuego, elemento de la naturaleza que  no tiene forma ni quietud. El fuego es también la metáfora perfecta del otro pilar del pensamiento del filósofo griego: los contrastes y contradicciones que conviven en las cosas y en las personas. El fuego purifica y transforma los alimentos, pero también destruye y mata. El bien y el mal están íntimamente unidos en cada cual. De hecho Heráclito podría ser reivindicado como el precursor del partido de gobierno. ¡Lástima que fue un librepensador!

Fuere por el cambio o por el contraste (o por ambos), es un hecho  que el Vicepresidente del Estado Plurinacional  (VP) ha rememorado a Heráclito, sin nombrarlo, en la clausura del VII Congreso de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos. Debo reconocer que su discurso mantuvo en vilo al auditorio, hasta caer en la cuenta de que el objetivo era  tejer una loa a la energía nuclear y justificar el programa del Gobierno a ese respecto.

La tesis del VP es que la energía del mundo de hoy, “el fuego del siglo XXI”,  es la energía del átomo. El átomo, como el fuego, es fuente de contrastes y dualidades: útil y peligroso, pacífico y arrasador a la vez. Algunas potencias han desarrollado la energía del átomo “para chantajear al mundo”, cuando la misma debería estar al alcance de todos los países. Bolivia no puede estar excluida del fuego del siglo XXI. Hay que atreverse a “salir de la cueva”,  a romper las cadenas mentales que nos hacen creer que no estamos capacitados o autorizados para participar en el banquete nuclear. Al contrario Bolivia debe beneficiarse de todos los “fuegos” incluyendo al atómico, desarrollando un programa de largo aliento si quiere volverse una potencia energética.

Si bien el programa nuclear que Bolivia desarrollará “no importa el tiempo que tardemos” tiene objetivos pacíficos, no ha quedado claro, en las palabras del VP, si no será también una respuesta al mencionado chantaje “para garantizar nuestra existencia como Estado”.

Personalmente no comparto esta visión del “fuego del siglo XXI” por razones empíricas (más del 70% de la energía que consume el mundo es y seguirá siendo de origen fósil) e ideológicas (creo más en la austeridad energética con base en recursos renovables). De hecho la energía nuclear pertenece al siglo XX, al pasado, y su desarrollo sigue estancado y es fuente de controversia.

Percibo además una profunda contradicción en el discípulo criollo de Heráclito. Bolivia tiene suficientes fuentes alternativas de energía para sus necesidades e incluso para la exportación. Si se tratara de imitar acríticamente al imperio caeríamos en otra forma de dependencia colonial. En la misma línea, ¿por qué no tener entonces una programa espacial para llevar un boliviano a Marte? El satélite TK está ahí para recordarnos las limitaciones de ciertos proyectos no bien meditados y las prioridades de un país carente de servicios básicos. A menos que creamos que el chantaje puede ser vencido volviéndonos también nosotros chantajistas.

Según Heráclito, no se valora la paz si no se ha conocido la guerra. Son los mismos contrastes que, en el ámbito político, se observan en los que manipulan la democracia (justificando el control del voto en el campo) porque no han conocido las dictaduras.

 

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