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La energía en la transición

diciembre 31, 2019 1 comentario

En el umbral del 2020 y con la mirada puesta en el semestre de transición a cargo del actual gobierno, quisiera ordenar las tareas que enfrenta el sector energético en cuatro rubros, dando por descontado que la política de hidrocarburos del anterior gobierno ha sido, sino catastrófica, por lo menos desastrosa para el país.

En primer lugar, mencionaré las tareas ordinarias, que son las propias de cualquier gestión eficiente. Se trata básicamente de recuperar la transparencia en dos direcciones: la publicación periódica de datos confiables de todas las actividades del rubro y la investigación de los muchos y graves actos de corrupción realizados por anteriores autoridades de YPFB y ANH. Algo se está haciendo, pero ¿qué se espera, por ejemplo, para licitar una certificación seria y objetiva de las reservas? Sin ese dato básico es imposible construir una política de mediano alcance del sector.

Por otro lado, no se puede eludir las tareas urgentes: el contrato GSA con Brasil se vence este fin de año y los avances antes del cambio de gobierno fueron pocos y pobres, debido a la desconfianza existente entre YPFB y Petrobras, a causa también de desatinadas declaraciones y actos hostiles del anterior gobierno. Por eso aplaudo los avances logrados recientemente que han sido publicados y comentados en la prensa los cuales, en síntesis, buscan redefinir la relaciones energéticas con Brasil, en un marco de confianza, comprensión y realismo. Al contrario, asumo que la tarea de renegociar la Adenda con Argentina, que se vence dentro de un año, deberá postergarse al segundo semestre del 2020, debido al contexto político y económico binacional extremadamente complejo.

Existen luego tareas innecesarias y hasta inoportunas para un gobierno de transición. Me refiero a la discutible rebaja de tarifas eléctricas sin un plan de transformación de la matriz de generación eléctrica; al anuncio de importación de crudo por ducto, cuando el anuncio debería dirigirse a la realización de estudios de factibilidad; al deseo de reactivar unilateralmente el proyecto hídrico múltiple Rositas, el cual, por lo menos, requiere ajustes significativos.

Finalmente, en este período de transición aparecen tareas deseables, dirigidas a facilitar el camino del próximo gobierno en la construcción tempestiva de políticas de estado. Dos me parecen particularmente importantes.

Nadie duda que, antes o después, gradual o aceleradamente, Bolivia deberá encarar un Plan de Transición Energética (PTE) hacia las energías renovables que el país posee en abundancia. Lo requiere la salud del planeta, pero también el agotamiento de las fuentes de energías fósiles que está sufriendo Bolivia.

Cualquier PTE demanda varios pasos técnicos: definir metas y objetivos en un horizonte de tiempo de 20 o más años; identificar los actores principales y secundarios; contar con datos certeros del estado del sector y calcular los costos financieros. Pero, sobre todo, el PTE debe apoyarse en consensos nacionales y locales alcanzados a través del diálogo.

Ahora bien, este semestre de transición es ideal para construir una “ruta crítica” para poder consensuar el PTE, de modo que el próximo gobierno tendrá a su disposición una agenda de tareas y un protocolo a implementar desde el primer día de su mandato.

Asimismo, los graves problemas estructurales de YPFB no pueden (ni deben) solucionarse en un gobierno de transición. Sin embargo, también en este caso, la imprescindible reingeniería de la principal empresa pública debe contar con una “hoja de ruta” de acciones que, en un arco de tiempo de uno o dos años, permitan establecer qué cambios llevar a cabo para que YPFB vuelva a cumplir a plenitud su rol constitucional.

Los negacionistas

El negacionismo es la conducta de individuos que eligen negar la realidad para eludir una verdad incómoda. Existe un negacionismo crítico, que busca resquicios para sembrar dudas acerca de una evidencia empírica, y otro embustero, que refleja intereses personales o de grupo para apartarse de la verdad.

Los negacionistas abundan en las ciencias humanas y sociales, donde pesa la autoridad de quien afirma una verdad, pero escasean cuando se trata de refutar hechos empíricos y verdades científicas.

Un ejemplo son los negacionistas del cambio climático. Nadie objeta la realidad del calentamiento global del planeta, pero no faltan los que niegan la correlación del incremento de la temperatura con la quema de combustibles fósiles y apelan a otras causas naturales para explicar ese fenómeno. Algunos lo hacen por exceso de critica (demoler una verdad oficial produce fama y revoluciones científicas, o sino pregúntenles a Galileo o a Einstein), otros por defender intereses ideológicos o económicos (el uso de las energías fósiles).

Asimismo, hace siglos, la causa de todo suceso residía en la astrología -disciplina que daba de comer a muchos “sabios” en las cortes- de modo que la gente seguía muriendo de peste maldiciendo las estrellas y negando las verdaderas causas del contagio.

El fraude electoral realizado en Bolivia ha engendrado también sus negacionistas, más fuera que dentro del país, a pesar de las pruebas contundentes aportadas por investigadores nacionales y la auditoría “vinculante” de la OEA.

Tres informes internacionales se han esforzado por demostrar la coherencia estadística de los resultados oficiales del TSE. Los que han aplaudido las conclusiones de esos estudios lo han hecho, a mi criterio, más por el prestigio de sus autores e instituciones (algunas avaladas por premios Nobel) que por los sofisticados modelos utilizados.

Ahora bien, a diferencia de las ciencias sociales, en las ciencias naturales no importa quien defiende una verdad (aunque sea un premio Nobel) sino quien la demuestra y valida empíricamente. En un tuit he resumido mi criterio sobre esas conclusiones: “garbage in garbage out” (si metes basura, sacas basura). Dicho de otra manera, a partir de datos adulterados no se obtienen certezas. El problema con los artífices del fraude electoral es que manipularon dolosamente todo el proceso e incluso seguían alterando actas mientras se realizaba la auditoría de la OEA.

Es instructivo repasar cómo evolucionó la narrativa negacionista. Empezó negando de plano la palabra “fraude” (solo se admitió irregularidades “normales”). Sin embargo, a medida que salían más pruebas de múltiples anormalidades, el discurso fue: “pero no alteran el resultado final”. En esta fase intervienen, por excesivamente críticos o por interesadamente ingenuos, los expertos internacionales.

Cuando sale el Informe final de la OEA, lapidario y vinculante, la narrativa cambia: “si es que hubo fraude ése no fue responsabilidad del Gobierno sino de los pícaros vocales del TSE que estropearon la victoria del Jefazo”.

Obviamente nadie se tragó ese embuste, de modo que pronto la consigna pasó a ser: “el fraude fue un pretexto -un engranaje- del golpe de estado y de la sangrienta represión militar”. En este momento intervienen las comisiones internacionales para informar, de manera parcial y descontextualizada, sobre violación a los derechos humanos.

¿Qué viene después? Tal vez esta joya de cinismo.

“El hipotético fraude tenía buenas intenciones: solo buscaba preservar el mejor gobierno de Bolivia y evitar las bajas humanas que se dieron. Por tanto, las víctimas son el resultado de la denuncia irresponsable de un “mecanismo” que solo deseaba lo mejor para Bolivia”.

Las flores de las Primavera Boliviana

Ha sido un proceso largo y doloroso, pero al final floreció la Primavera Boliviana. Si el clima se mantiene templado y no regresan violentas tormentas invernales e infernales, Bolivia podrá vivir un período de reencuentro, reconciliación y reconstrucción que culminará en las próximas elecciones, libres de tramposos competidores.

Revisitando las cuatro semanas que duró el conflicto, me quedo con algunas flores que nos deja ese proceso.

Destaco en primer lugar la participación de la juventud, que ha vuelto a enamorarse del bien común, exponiéndose con sacrificio a una lucha pacífica, sin paga ni nota, creativa en cantos y estribillos que ya empezamos a extrañar. Esa juventud, que no se mide en años, adquirió rostro de familias enteras que marchaban, bloqueaban, asistían a cabildos, cantaban, luchaban y rezaban. Realzo también el acompañamiento de los vecinos a los grupos movilizados, la solidaridad y nuevas amistades en calles y edificios para resistir las acciones vandálicas que, también por esa razón, no lograron imponerse. Valoro especialmente la autodefensa de los ciudadanos de El Alto y otras zonas periféricas debido a las críticas condiciones de su entorno.

Un segundo ramillete de flores lo componen los líderes de la protesta -políticos, cívicos e institucionales- cada uno en su rol. Seguramente se cometieron errores, omisiones y excesos, fruto ora del entusiasmo, ora de la bronca, ora de la urgencia, pero su liderazgo en las calles y en los cabildos se mantuvo en el cauce de la protesta pacífica y en el marco constitucional.

Pongo en un tercer ramo a periodistas, comunidad académica y redes sociales. Los primeros por el invalorable y sacrificado trabajo por mantener bien informada la población en medio de amenazas y riesgos sin fin. Entre ellos, van mis respetos por Fernando del Rincón de la CNN que se enamoró de la causa boliviana mostrando a toda América los verdaderos rostros de los actores en conflicto. A su vez, los académicos -informáticos, estadísticos y científicos- actuaron como “investigadores de la estafa”, desde Bolivia y en el exterior, para desenmascarar el indignante fraude perpetrado con alevosía y premeditación por el MAS.  Finalmente, las Redes Sociales explotaron, en cantidad de memes y de usuarios activos, ante la huida de los “guerreros digitales”, no sabemos si por falta de paga o de motivación. Twitter, al margen de algunas exageraciones y distorsiones, logró hacer circular información, análisis y humor, incluso negro, como corresponde a un buen boliviano.

Asimismo, instituciones claves del Estado de derecho, como la Policía y las FFAA, hicieron su trabajo con profesionalidad y responsabilidad, en apego a la Constitución. No deseo olvidarme del rol, muchas veces discreto, de la comunidad internacional para facilitar soluciones legales y duraderas, junto a ese irremplazable actor clave de pacificación que es la Iglesia Católica.

Sin embargo, sabemos que la primavera es también la idílica estación de enamoramientos que no siempre maduran en amores. En este período de transición no hay cabida para triunfalismos. Muchas lacras recién derrotadas aún subsisten; otras pueden reaparecer, a causa de revanchismos e intolerancias. Muchas lágrimas esperan ser enjuagadas y heridas profundas aguardan a ser sanadas. En efecto, junto a varias señales positivas, especialmente desde de las mujeres al mando, vemos también uno que otro mensaje ambiguo que contamina, cual flor marchitada, el ramillete democrático de esta Primavera.

Por eso, es necesario que se expresen voces plurales para que prevalezca la paz, pero con tolerancia.           Entre ellas, las columnas críticas y constructivas, ahora más necesarias que nunca.