Archivo

Archive for agosto 2019

Atila, el azote de la Pachamama

Página Siete 24/8/19

A mediados del siglo V de nuestra era apareció en las fronteras orientales del decadente imperio romano un “azote de Dios”, paradigma de la barbarie humana: Atila el huno, caudillo de unas tribus nómadas originarias de Asia Central las cuales desde la actual Hungría amenazaban a toda Europa. 

Un siglo después el historiador y obispo godo Jordanes relata la invasión del imperio por los hunos en el año 451 con estas palabras: «La locura de un solo hombre provocó con su ataque la destrucción de infinitos pueblos y el capricho de un rey arrogante destruyó en un instante lo que la Naturaleza había tardado tantos siglos en crear». Hipacio de Bitinia añade: “Han dejado la Tracia tan devastada que nunca volverá a recuperar el aspecto que tenía antes”.

¿Cómo no actualizar esas palabras ante el desastre irreparable de los incendios en los bosques amazónicos y chiquitanos, provocados por otros hunos, amparados por políticas, leyes, decretos y complicidades a todo nivel? Desde luego, no me refiero solo al “Atila” Jair Bolsonaro.

Cuenta la historia que el chantaje de Atila y el pragmatismo de Constantinopla forjaron alianzas de beneficio mutuo entre los que buscaban más poder y los que anhelaban seguridad. De hecho, el Imperio pagaba con abundante oro la paz que Atila le otorgaba, por custodiar las fronteras orientales del mismo.

¿Cómo no relacionar esas tácticas con las alianzas entre empresarios agroindustriales y gobierno para permitir el uso indiscriminado de OGM, el programa del etanol y la ampliación irracional de la frontera agrícola? ¿Y qué decir de la alianza antiautonomista del rector de la UMSS con un candidato espurio, comprometiendo a toda una comunidad universitaria en lugar de exigir la devolución de las remesas robadas por correligionarios de ese candidato?

Un obispo y poeta contemporáneo de Atila, (san) Sidonio Apolinar, destaca la habilidad para cabalgar de los hunos hasta exclamar: “otros pueblos se dejan llevar a lomos de caballo, éste vive en ellos”.

A falta de caballos, hoy tenemos violentos ponchos rojos y coches truchos y contaminantes, que hacen una sola cosa con sus conductores, listos para “incendiar” las ciudades.

Gran parte del poder de los hunos se debía a que controlaban las rutas comerciales entre oriente y occidente de Europa, asfixiando, si fuera necesario, la economía del Imperio.

Así fue y es hoy el Chapare entre el Oriente y el Occidente de Bolivia, recurriendo a bloqueos para imponer sus intereses, con el agravante de que, a diferencia de hace 1500 años, las mercancías que controlan no son siempre legales y suelen sembrar muerte en jóvenes del mundo entero.

Atila era temido porque “por donde pisaba no volvía a crecer la hierba”, en el sentido que a su paso sembraba muerte y destrucción, espantando hasta a los más aguerridos pueblos bárbaros.

Hoy las tácticas de decapitar personas han sido reemplazadas por otras más sofisticadas: la división de las corporaciones y movimientos sociales que se oponen a la voluntad del caudillo; el uso de la “espada de la justicia”, corroída por una corrupción infinita; el servilismo de instituciones conducidas por personajes de comics; la imposición del desarrollismo en contra de la preservación de la madre tierra; el cinismo y la hipocresía sin límites que no respetan la ley ni la palabra; el vaciamiento de la democracia que los hunos locales no valoran ni defienden porque a su recuperación contribuyeron poco o nada.

Atila fue un caudillo único e irremplazable. A su muerte (por una hemorragia en su noche de boda), sus hijos se enfrentaron, destruyeron la obra del padre y su pueblo desapareció del mapa de la historia. ¿No es ésta la suerte que le espera a la versión local de los hunos?