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Archive for junio 2022

La lucha contra la injusticia

Publicado en Página Siete (y otros medios nacionales) el 25/6/2022

Cuenta el historiador Tito Livio que, por el año 387 a.C., el rey galo Breno lanzó, a los derrotados romanos que protestaban por las balanzas manipuladas que pesaban el oro del rescate, la célebre frase: “vae victis(¡Ay de los vencidos!). La impotencia de las víctimas se convirtió pronto en revancha y venganza, una vez que las relaciones de fuerza cambiaron.

A lo largo de mis tres cuartos de siglo de vida he podido constatar que uno de los sentimientos que más provocan bronca y rebeldía en el hombre, individual y colectivamente, es la injusticia. Aun en los entornos más amorales el sentido de la justicia sobrevive en los códigos propios de esos ambientes.

¿Qué hacer ante la injusticia, además de resignarse esperando la oportunidad de vengarse? El hombre ha desarrollado diferentes actitudes.

Lo normal es denunciar y recurrir a un juez, un funcionario que dirima las controversias y haga cumplir su sentencia. Sin embargo, aun esa vía civilizada se presta a más injusticias y amaños, políticos y económicos, a tal punto que muchas veces es preferible un mal acuerdo a una larga e incierta disputa legal; máxime en un medio en que la propia policía, para descubrir a los delincuentes, despacha las víctimas de un robo a “cuatro yatiris”, los cuales hasta pueden ser cómplices de los ladrones (Página Siete, 21/6/22, pg. 26).

El juicio ordinario (escandalosamente “ordinario”, por cierto) a Jeanine Añez nunca debió realizarse, debido a que, como expresidenta del Estado, le correspondía un juicio de responsabilidades, en criterio de todos los juristas serios, excepto uno. Sin embargo, no fue así, por dos razones.

La primera es conocida: al no tener el MAS los dos tercios en la Asamblea Legislativa, la oposición, con toda razón, exigía que los actuales jueces supremos fueran cambiados por otros mejor calificados para garantizar un juicio transparente. Personalmente, creo que el desarrollo y desenlace del juicio ordinario le dio la razón a la oposición: de esa “justicia”, pesada con la balanza del “Breno” masista, contaminada por la injerencia política y criticada por moros y cristianos, no se podía esperar nada más que el regateo de los años de condena (“finjo pedir 30 para que le den 10”)

La segunda razón es más sutil: optar por un caso de corte hubiese puesto en evidencia las responsabilidades de todos los actores de los trágicos eventos de noviembre de 2019: gobernantes, exgobernantes huidos y dirigentes de los sectores sociales enviados a enfrentarse a las fuerzas del orden, reforzadas por las FF.AA. Ante la crítica de la comunidad internacional, en sintonía con la gran mayoría de la población boliviana, se ha esgrimido, por parte del oficialismo, el concepto de “soberanía jurídica” para encubrir una notoria injusticia. ¿Cómo puede alegar soberanía jurídica un gobierno que ni siquiera ofrece seguridad jurídica? Además, un partido que desconoció un referéndum soberano, escudándose detrás de interpretaciones exóticas de normas internacionales, ¿puede defender un juicio espurio, apelando a la soberanía jurídica?

Volviendo a las actitudes ante la injusticia, quedan aún dos: recurrir a la violencia como método de lucha u optar por la no-violencia. En el primer caso, solo se alimentará la espiral de la maldad, del odio y de la venganza. En el segundo caso, está el ejemplo, muy anterior a Gandhi y Mandela, de Jesucristo y de sus seguidores, que respondieron con el perdón a la injusticia.

No se trata, como suele decirse, de resignarse y esperar en la “justicia divina” -que, por cierto, es misericordia infinita antes que castigo “justo”-, sino de desarmar a la maldad con el perdón, buscando, con valentía, extirpar las raíces antes que cortar la planta.

Laboratorios naturales

Publicada en Página Siete, y otros medios nacionales, el 11/06/2022

Más allá de los recientes escándalos, las universidades bolivianas siguen enfrentando el reto de la investigación. Sin investigación una universidad no debería llamarse tal; a los sumo será una guardería juvenil.

En esa actividad todas las universidades del país sufren carencias infraestructurales (laboratorios), económicas (presupuesto) y científicas (investigadores competentes), de modo que, salvando excepciones, los magros resultados saltan a la vista.

En el siglo pasado la investigación universitaria era en gran medida voluntarista. Partía de la iniciativa de un investigador, normalmente de regreso de sus estudios de posgrado, que, en no pocos casos, volvía a salir del país, frustrado por no poder seguir investigando en un ambiente carente también de incentivos. Adicionalmente, la toma de decisiones acerca de las políticas de investigación quedaba en manos de dirigentes docentes y estudiantes que, en aburridos eventos, seguían interrogándose en torno al “qué, cómo y quiénes” de la investigación.

Un país que ha avanzado firmemente en ese campo es Chile. En ocasión del reciente cambio de gobierno, me enteré de que el gabinete de Gabriel Boric seguirá impulsando los “Laboratorios Naturales” (LN), un concepto que ha despertado interés en el vecino país, particularmente en su Cancillería, desde la publicación del libro homónimo de José Miguel Aguilera y Felipe Larraín el año 2020.

Según la definición del mismo Dr. Aguilera, investigador de la Universidad Católica de Chile, los LN son “una singularidad o anomalía geográfica o geofísica a nivel planetario que atrae atención internacional, y que otorga ventajas comparativas para realizar investigación con impacto científico, social y económico”.

Esa noticia me llenó de alegría, debido a que desde hace 20 años en Bolivia, precisamente en el Laboratorio de Física de la Atmósfera de la UMSA, que por entonces yo dirigía, se forjó y aplicó exitosamente ese modelo, aunque sin plasmarlo en libros.

De manera sintética mencionaré que primero identificamos un área de investigación de interés de la población boliviana (la elevada Radiación ultravioleta y sus efectos sobre la salud), luego caímos en la cuenta de que Bolivia podía ofrecer lugares y temáticas de investigación atractivas para institutos similares del exterior, pero con mayores recursos y experticia. El estudio de la capa de ozono en altura fue la primera concreción de un LN, en colaboración con el INPE del Brasil. Luego promocionamos la atmósfera de los Andes tropicales que, como se sabe, es un indicador relevante del cambio climático. Con un puñado de laboratorios europeos emprendimos una “cooperación horizontal” que se concretó en la revitalización del prestigioso Laboratorio de Chacaltaya (a más de 5200 msnm). De ese modo, pese a los modestos recursos económicos del proyecto, siguen llegando al país equipos de vanguardia; hay intercambio permanente de científicos; se publica en revistas internacionales y una docena de brillantes graduados, la mitad mujeres, han podido cursar estudios de posgrado y recibir becas de investigación.

Además de la altura tropical, Bolivia posee otros LN (Amazonia, salares, glaciares, sitios arqueológicos, entre otros) que los institutos universitarios están en parte promocionando para construir una cooperación científica horizontal seria y duradera.

Ahora bien, si reemplazamos “laboratorios naturales” por “proyectos de desarrollo” de alcance internacional, el concepto sigue válido. Bolivia necesita no solo inversión privada (nacional y extranjera) para su desarrollo, sino inversión “constructiva”, como un reciente estudio de la Fundación Milenio ha evidenciado, para que sea mutuamente beneficiosa y duradera.