Archivo

Archive for marzo 2021

Pecados públicos y reconciliación

Cuenta la historia que el año 390 el obispo de Milán, Ambrosio, negó el ingreso al culto al emperador Teodosio I, debido a que éste había masacrado a miles de tesalonicenses, en represalia a un motín provocado por un escándalo homosexual y deportivo. El deporte suele mover multitudes en toda época y la homosexualidad, por entonces, había sido declarada delito público. Ambrosio no se dejó distraer por las justificaciones morales y políticas del emperador, sino que, ante el delito mayor, exigió a Teodosio el arrepentimiento y una severa penitencia para acceder al perdón; sin que se reportara la salida de espuma de la boca de algún amanuense.

Los tiempos han cambiado: hoy la fe de los políticos suele ostentarse solo para ganar votos y a la autoridad moral del obispo se ha sumado la de la prensa, cuando es libre e independiente, y de la opinión pública cuando está bien formada. Por eso, en esta época de Cuaresma, sin menospreciar el camino penitencial individual, quisiera reflexionar sobre el alcance de los pecados públicos.

Para caracterizar los pecados públicos de las metáforas bíblicas (caída, extravío y deuda) me quedo con la deuda y entre los “ama” ancestrales (no seas flojo, no seas ladrón y no seas mentiroso) la que más califica es la mentira. En efecto, la flojera en el poder no se espanta con levantarse a las 5 de la mañana y recorrer miles de kilómetros al día por aire y tierra, sino que se identifica con la omisión, la inoperancia, la falta de previsión de las consecuencias de un acto de gobierno y el resguardo del dirigente detrás de las masas sindicalizadas. Asimismo, los ladrones públicos son por supuesto los corruptos, los que roban al Estado y al pueblo, pero también los que destruyen vidas de hermanos, bienes de la naturaleza, paz de las familias y esperanzas de los niños.

Sin embargo, el pecado público más común es la mentira, en sus dos vertientes bíblicas de idolatría y de falso testimonio. Me explico: creerse dioses y hacerse rendir culto incondicional; erguirse a medida del bien y del mal; ejercer un cargo sin tener las más mínimas destrezas; todo eso es vivir en la mentira, engañar al pueblo y extraviarse uno mismo. La otra vertiente es la calumnia, incluso bajo las formas hoy de moda de bulos y posverdades, que buscan aniquilar al adversario, sin considerar que la verdad de los hechos queda registrada de mil maneras.

Estos tiempos que vivimos en Bolivia nos dan innumerables ejemplos de mentiras públicas, con falsas acusaciones, falsos testimonios, falsas historias, que parecen ser piezas de un plan perverso de limpiar la cara de ídolos de barro y coca, a costa de impedir la reconciliación nacional. No necesito explicitarlos: están en las noticias, a cada hora.

Es notable que la Iglesia use diferentes denominaciones para el sacramento del perdón: penitencia (con énfasis en la reparación), confesión (que resalta el arrepentimiento) y, la que más me gusta, reconciliación (con Dios, con el hermano y con la creación). Lo cierto es que el perdón es tan necesario que las sociedades laicas le han encontrado sucedáneos, como la “autocrítica” de soviética memoria. 

Los actuales gobernantes, al incumplir hasta los simples y oportunos “ama” ancestrales, están condenados a seguir abultando la deuda contraida con el pueblo y con la historia, desde el momento en que abusan de una justicia servil, vengativa y manipulada; esa misma justicia que en vano prometieron transfigurar.

Como hizo hace 1630 años el obispo Ambrosio, hoy, ante la tentación de la espiral irrefrenable del odio y la venganza, los obispos de Bolivia nos instan a escoger el camino de la reconciliación y la paz, pavimentado por la justicia y la verdad.

Publicada en Página Siete el 20/3/2021

Cuatro preguntas acerca de la Planta de Biodiesel

He subido a mi blog mi más reciente columna de opinión. Comentarios bienvenidos.

Acusado de inoperancia en los cuatro meses de su gestión, el presidente Luis Arce Catacora ha revelado detalles de su proyecto estrella para reactivar la economía nacional. Al respecto, me propongo contestar a cuatro preguntas, para ilustrar la temática a mis lectores. 

La primera: ¿Qué se sabe de la Planta de biodiesel? 

No mucho. Despojado de la retórica, el anuncio revela que YPFB licitará el estudio de ingeniería, procura, construcción y puesta en marcha de una Planta de Biodiesel a partir de Aceites Vegetales Hidrotratados. La Planta estará ubicada en la Refinería Guillermo Elder Bell de YPFB en Santa Cruz, requerirá una inversión de 250 M$ (monto que suele incrementarse con el tiempo) y producirá 3 millones de barriles (3 MMbbl) anuales de biodiesel a partir del año 2025. Se sabe además que YPFB cuenta con el asesoramiento de empresas internacionales del ramo, interesadas en ofrecer servicios y equipos. Asimismo, la materia prima será aceites reciclados, grasas animales y, sobre todo, cosechas de plantas como la Jatropha y la Palma africana. Por tanto, no se utilizaría aceite de soya, lo que, vista su importancia en la balanza comercial, sería como vestir a un santo desvistiendo a otro.

La segunda: ¿Qué impacto tendrá la Planta en el balance energético y financiero?

En condiciones normales se importan 9 MMbbl/año de diésel, con tendencia a crecer hasta 15 MM el año 2025, cuando la Planta entraría en producción. Por tanto, se reemplazaría solo el 20% de las importaciones, un impacto poco significativo. En cuanto al ahorro en dinero, a falta de una bola de cristal que nos revele los precios del petróleo a futuro, solo se pueden hacer consideraciones generales: el biodiesel suele ser más costoso que el diésel fósil, de modo que el ahorro en divisas de ese 20% que ya no se importaría resulta compensado con creces por el costo incremental de la producción de la planta, si se mantiene el subsidio alos combustibles.

La tercera: ¿Es la Planta amigable con el medioambiente?

Al producir biodiesel de segunda generación el impacto es menor que si se utilizara aceites de soya; asimismo, los cultivos vegetales son cíclicos y, en el caso de la Jotropha Curcas, crecen en suelos no aptos para otros cultivos. Sin embargo, reunir 450 mil Tm/año de materia prima requerirá sembrar otro millón de Has, más maquinaria (o sea más diésel), herbicidas, y fertilizantes, antes de empezar a producir el biodiesel. Si esa tarea se asignara a la inversión privada, para no incurrir en fracasos que se han dado en otras latitudes, se requerirán compromisos en firme y mucha fe en YPFB, como en el caso del bioetanol.

La cuarta: ¿Existen alternativas al proyecto presentado?

Las crecientes importaciones de diésel son insostenibles y, en eso coincido con el gobierno, precisan soluciones urgentes. Sin embargo, aun cuando se quiera incluir la Planta en el plan de diversificación de la matriz energética, debido al estado calamitoso de las finanzas de YPFB (y del BCB, su prestatario), lo más sano sería que los mismos agroindustriales asuman la responsabilidad de llevarla a cabo. Seguramente el país ahorraría tiempo y dinero. No obstante, dudo que para ellos el proyecto tenga sentido a los precios actuales el diésel. Por eso, existe el riesgo de que el gobierno “le meta no más” y le transfiera al país otro fracaso “industrializador”. 

Alternativamente, la temática de los biocombustibles debería ser parte de un Plan de Transición Energética que permita sustituir el uso del diésel por electricidad en las minas, desincentivar el transporte urbano y liviano a diésel y autorizar producción y consumo propios de biodiesel en la agroindustria. 

Mientras no haya ese plan, el gobierno seguirá moviéndose sin rumbo, proyectando e inaugurando, de manera inconexa, plantas estatales solares, eólicas, hidroeléctricas y de biocombustibles, muchas de las cuales producirán un ulterior incremento de la población de elefantes azules en el zoológico de la inversión pública.

Publicado en Página Siete (y otros medios nacionales) el 6 de marzo de 2021