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Archive for May 2019

Las lecciones del pozo Boyuy

«A falta de gas extraemos enseñanzas»

Parafraseando a la Presidenta del Senado, yo también tengo la certeza de que el pozo Boyuy es posiblemente un éxito geológico, debido a que Repsol hizo bien su trabajo, acumuló un sinnúmero de datos a profundidades nunca antes exploradas en Bolivia y ha reescrito paradigmas científicos sobre las propiedades del gas en esas condiciones. Sin embargo, no me queda ninguna duda de que Boyuy es un rotundo fracaso exploratorio, debido a que no se alcanzó el objetivo principal: hallar gas comercializable, o sea útil para la economía del país.

La prueba irrefutable del fracaso es el silencio oficial, muy diferente a la locuacidad triunfalista de hace unos meses. Tampoco Repsol ha proporcionado información trasparente, aunque el solo hecho de no haber traído al inefable Antonio Brufau para brindar con Evo Morales por el éxito de Boyuy habla de por sí.

Por cierto, no se trata de buscar culpables, menos de sentir vergüenza: el fracaso exploratorio es parte del  riesgo de una empresa petrolera, riesgo que el Estado en ninguna circunstancia debería asumir, debido a que esos cientos de millones de dólares los necesita para “su negocio”, que es proveer educación, salud y servicios a la población.

En ese contexto, alarma la ambigüedad oficial acerca de quién pagará los platos rotos. Personalmente me inclino, por varias razones relacionadas con la improvisada Ley de Incentivos Petroleros, por una devolución a Repsol de los costos incurridos, mediante las utilidades del campo Margarita.

Más importante es extraer algunas lecciones de ese fracaso. Ya mencioné la necesidad que YPFB no realice labor exploratoria ni asuma el costo de eventuales fracasos. Lo penoso es que, “gracias a la nacionalización”, hoy se ha vuelto muy complicado lograr que las empresas corran con todo el riesgo exploratorio.

Geológicamente hablando, el pozo Boyuy ha demostrado que no existe “continuidad geológica”. La cercanía del pozo con el campo Margarita, fuente del optimismo inicial, no ha sido suficiente garantía de reproducción de la estructura geológica.

A su vez, las autoridades del ramo deberían haber aprendido a no hacer el ridículo de “vender la piel del oso antes de haberlo capturado”, o, en otras palabras, a no mezclar evidencias empíricas con buenos deseos. Caso contrario, estarán condenadas a llenar un cuaderno de cien hojas con la sentencia: “Mi mamá me dijo un millón de veces que no tengo que ser exagerado”.

La actividad petrolera no debería ser presa del manoseo político, menos electoral. ¿Por qué al MAS le resulta tan difícil aceptar que la empresa YPFB, que el pueblo refundó mediante el Referéndum del gas del año 2004, no es propiedad privada de un partido o de un gobierno, sino del Estado, o sea de todos los bolivianos?

Otra lección es que en el sector de los hidrocarburos actuar con improvisación o por desesperación tiene un costo elevado. Es cierto que “el ‘largo alcance’, previsto hace 13 años, es ya una realidad” (M. Medinaceli dixit) y muestra las arrugas de una política buena para cobrar y gastar, pero pésima para reponer y asegurar el futuro. Sin embargo, no parece correcto maquillar esas arrugas aceptando acríticamente las exigencias de las empresas petroleras con la esperanza de “milagros” que oculten los horrores; peor aun cuando el costo de ese cambio consiste en renegar de principios y valores que fueron banderas (¿o tan solo máscaras?) del proceso de cambio. Piensen en el abuso de aplicar el art. 64 de la ley 3058 a campos “pequeños y marginales”, como Margarita e Incahuasi; piensen en la rebaja del otrora inamovible 50% de regalías e IDH; piensen en los temas ambientales e indígenas; piensen en la industrialización frustrada por la ineptitud; piensen …

Publicado en Página Siete, 18 de mayo de 2019 y también en Los Tiempos (Cochabamba), Agencia de Noticias Fides, La Patria (Oruro), El Día (Santa Cruz) y El Correo del Sur (Sucre).

Suicidios y machicidios en la Biblia

Página Siete, 4 de mayo de 2017

El reciente suicidio del ex-Presidente aprista Alan García Pérez ha vuelto a traer al debate público la temática de ese gesto, sus causas y el juicio moral que implica.

En ese contexto me he preguntado si en la Biblia se narran suicidios y si existe un juicio moral en torno a los suicidas. Revisando los libros históricos del Antiguo Testamento encuentro cuatro episodios que merecen ser comentados.

El primero es narrado en el libro de Jueces (9,54) y tiene como protagonista a Abimélek, violento hijo del “juez” Gedeón. Durante el sitio de Tebes, una mujer le arrojó desde una torre una piedra de molino que le partió el cráneo. Moribundo, Abimélek pidió a su escudero que lo rematara para no pasar la vergüenza de haber muerto en batalla por mano de una mujer. Aunque es posible clasificar este suicidio como un “machicidio”, no se encuentra, sin embargo, en el texto un juicio moral; tan solo se ve esa muerte como un justo castigo por las fechorías de Abimélek.

Luego tenemos el célebre episodio de Sansón que se deja morir al perpetrar un “atentado terrorista” contra los filisteos (Jc  16,30) con un saldo de más de tres mil víctimas.  En realidad se trata, en este caso, de martirio y redención religiosa más que de suicidio en batalla. De hecho, Israel rindió a Sansón una digna y honrosa sepultura.

El suicidio del rey Saúl en batalla (1Sam 31,3-4) tiene su origen en una mezcla de derrota militar y enfermedad: en efecto la vida del  fracasado primer rey de Israel se vio afectada por males del alma (depresión y bipolaridad). En vano buscaríamos un juicio moral en torno al rey suicida;  al contrario, su cuerpo mereció ser rescatado.

Otro suicidio sonado fue el de Ajitófel (2Sam 17,23), quien, siendo un apreciado consejero político del rey David, a raíz del “golpe de estado” de Absalón, el tercer hijo del rey, se pasó al bando de los insurrectos. Sucedió que su consejo de perseguir al fugitivo David no fue tomado en cuenta y el narciso Ajitófel se quitó la vida ahorcándose. ¡De proliferar hoy este ejemplo de “narcicidio”, no quedarían consejeros ni asesores políticos!

En resumen, en el Antiguo Testamento el suicidio por motivos de “honor” es admitido, sin que medie un juicio moral, como una opción para evitar un escarnio mayor.

Pasando al Nuevo Testamento, viene a la mente el suicidio de Judas Iscariote, narrado por el evangelista Mateo (Mt 27, 3-5). Según esa tradición, Judas se ahorcó agobiado por el remordimiento de haber traicionado a Jesús. No es difícil reconocer un estrecho paralelo entre Judas y Ajitófel: ambos traicionan a su rey/maestro; ambos quedan decepcionados y, por orgullo o por desesperación, ambos se quitan la vida ahorcándose. Por tanto, es innegable la intención de Mateo de inculcar en sus lectores de origen judío la imagen de Jesús-nuevo David, el verdadero Rey que, como su antepasado, fue víctima de una traición que cobró la vida del traidor.

Además, Mateo explota otro paralelismo: entre Judas y Pedro. Pedro, después de haber negado a Jesús, se arrepiente y llora amargamente, confiando en la misericordia de Dios. Judas, al contrario, opta por el camino de la desesperación, rechazando la posibilidad de ser perdonado.

Tradicionalmente, la Iglesia ha condenado el suicidio, llegando incluso a negar el funeral religioso, no solo por ser un acto en contra de la vida, sino por ser un “pecado contra el Espíritu Santo”, en la medida en que el suicida, al rechazar la posibilidad de ser perdonado, asume que Dios no es Dios, o sea, no es Misericordia Infinita.

Sin embargo, hoy la Iglesia, aun cuando sigue condenando el suicidio en sí, respeta al suicida, a sabiendas de que la misericordia de Dios actúa hasta el último instante de vida.