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Archive for julio 2021

¡Coches eléctricos a la vista!

Algo se mueve en el sector energético boliviano. Lenta y tímidamente, sin una visión integral, pero algo se mueve al fin.

Bolivia está sentada sobre la bomba de tiempo del fin del ciclo del gas natural, por la explotación acelerada de los pozos y la insana “nacionalización” que ha privilegiado la monetización de las reservas a su reposición mediante la exploración. Consecuentemente, ingresan menos divisas por la exportación de gas y se gasta más por la importación de combustibles. Para muestra un botón: según la Fundación Milenio la participación de la renta de hidrocarburos en los ingresos del Gobierno Central ha bajado en siete años del 51% (2013) al 17%, menos que en 2004.

Por tanto, encaminar un proceso de transición energética no es una opción para el gobierno y el país, sino una necesidad y una urgencia. Es un camino que una reciente “hoja de ruta”, propuesta por la UCB por encargo del PNUD, ha delineado con claridad.

Percibo que el actual ministro del ramo, sin duda el más serio en más de una década, ha comprendido la necesidad de encauzar una transición energética gradual hacia las energías renovables. En efecto, en los últimos meses han salido a la luz dos decretos de gran relevancia.

El DS 4539 del 7 de julio aprueba incentivos tributarios para promover la electromovilidad urbana y agrícola y, también, para importar equipos de sistemas de energía. Esa medida, que está siendo reglamentada en aspectos técnicos vitales, contribuye a reducir el costo de compra de los autos eléctricos que, es sabido, representa el mayor obstáculo para la expansión de la electromovilidad.

En esa misma línea, el decreto facilita el acceso a créditos bancarios para la compra de un vehículo eléctrico a tasas de interés equiparadas a un crédito productivo. Es una medida importante pero insuficiente, ya que debería estar acompañada, por ejemplo, por la obligatoriedad de recibir el auto a gasolina usado como parte de pago, compensando con incentivos a las empresas comercializadoras, como se hace en otros países. La gran ventaja económica de un auto eléctrico es que, con los precios actuales de gasolina y electricidad, se ahorra hasta un 75% del costo del combustible, lo que permite un repago acelerado.

La recarga de las baterías eléctricas requiere infraestructura y generación eléctrica “distribuida” a partir de fuentes renovables, incluso para alimentar la red de distribución. Pues, de normar esa apertura “revolucionaria” se ocupa el DS 4477 del 24 de marzo de 2021. En efecto, no tendría sentido que los autos eléctricos consuman la electricidad generada por termoeléctricas, de modo que es urgente fomentar generación y consumo de energía fotovoltaica y eólica y discontinuar gradualmente las termoeléctricas de ciclo abierto por su baja eficiencia. Faltaría regular la instalación obligatoria de puntos de recarga en garajes de condominios y en estacionamientos públicos.

De todos modos, considero que con los dos decretos de marras se han dado pasos importantes hacia la transición energética, pasos, sin embargo, aún incipientes y parciales. Mi mayor crítica es la falta de una visión holística del proceso, considerando todas las implicaciones, incluso sobre el modelo de desarrollo.

Hace falta un verdadero “plan de transición energética” que identifique no solo problemas y desafíos, sino tiempos y medidas a implementar; que involucre a actores institucionales, empresariales y sociales; que cristalice procesos de diálogo para “seducir” acerca de esas medidas y su impacto en la economía y en la vida del ciudadano; pero, también, que recoja inquietudes y sugerencias de los usuarios.

En resumen, ¿coches eléctricos a la vista? Sí, pero todavía solo con binoculares.

Publicado en Página Siete (y otros medios nacionales) el 24/07/2021

La sexualización de la ciencia

Bruna Costacurta, amiga de mis tiempos universitarios, se despidió recientemente de la cátedra de Antiguo Testamento en la universidad Gregoriana de Roma mediante una clase, realmente “magistral”, con lleno total y “standing ovation”, durante la cual relató sus primeros pasos en esas aulas, enfatizando dos aspectos: su condición de “leprosa” ante sus compañeros (instruidos, por supuesto, por sus superiores religiosos) y el trato “neutro” de los docentes que no la penalizaron por ser la única mujer del curso, pero tampoco le concedieron privilegios.

Su mensaje apuntaba a que la inclusión es necesaria y justa, si cumple con dos reglas de oro: no discrimina, ni otorga privilegios. Es un hecho común que, para reparar una injusticia, se busque una compensación que genera otra injusticia; como cuando se favorece a una persona “solo” porque es mujer, porque es pobre, porque es indígena. Actuando así se les hace un flaco favor a esas categorías sociales, a la larga.

En efecto, el fanatismo en cuestiones de género puede llevar a graves distorsiones del desarrollo de la ciencia y de las relaciones humanas, como en el caso que paso a comentar.

La Academia Nacional de la Ciencia (NSA) de EE. UUU. acaba de expulsar a uno de los más prestigiosos investigadores en el campo de la genética evolutiva, el profesor “neodarwinista” Francisco J. Ayala, autor de fundamentales trabajos que he tenido el privilegio de comentar y divulgar en el pasado.

Antes de esa ignominiosa expulsión, la Universidad de California en Irvine (UCI), después de un proceso interno, había condenado al ostracismo académico a su docente estrella, incluyendo el retiro de su nombre de la biblioteca y de las becas de las cuales era el principal mecenas. La falta, interna y laboral, no punible criminalmente, sería su “conducta sexista” con base en testimonios de tres “víctimas”: una autoridad académica (y activista de #MeToo), una colega y una administrativa.

La sanción ha suscitado una fuerte controversia en el mundo científico norteamericano y español (Ayala nació en Madrid hace 87 años y dejó el hábito dominico para dedicarse plenamente a la investigación). Eminentes figuras se han alineado en defensa de su colega, escandalizadas de que “testimonios” y no “hechos” lleven el accionar del mundo científico hacia una caza de “brujos”.

Aparentemente a Ayala no se le ha condenado por acosar sistemáticamente, sino por ofender a colegas de trabajo con palabras y gestos inapropiados según los estándares actuales, como lanzar un piropo machista o saludar (a la europea) con un beso en la mejilla. ¡Con esos criterios, a un pluridoctor “honoris causa” boliviano le esperaría la horca! En todo caso, la sanción es exagerada y cruel, si tomamos en cuenta las atenuantes de edad, cultura y daño real infligido. ¿Habrá, a la larga, docentes varones que se arriesguen a ser tutores de tesistas mujeres?

Por tanto, es una verdadera aberración que el avance de la ciencia, tarea fundamental de la humanidad, sea sexualizado por códigos de ética de alcance disciplinario.

No siempre fue así. Por ejemplo, el joven Leonardo da Vinci pudo continuar su genial carrera artística a pesar de una acusación (gravísima entonces) de homosexualidad y la Inquisición fue tolerante con Galileo, a pesar de haber tenido dos hijas fuera del matrimonio (todo un escándalo para la ética de ese tiempo). Sin embargo, Richard Feynmann, premio Nobel de Física, quien solía condimentar sus amenas clases con chistes machistas (tolerados en los años 60), sigue siendo hostigado por grupos feministas radicales, hasta en su tumba. No dudo que todos ellos hoy en Bolivia estarían recluidos en una cárcel, mientras los parafiscales siguen “investigando”.

Publicada en Página Siete el sábado 10 de julio de 2021.